La pandemia de COVID-19 ha cobrado una factura muy desproporcionada en las carreras, las finanzas y la vida en el hogar de las mujeres. Aunque las vacunas pueden representar una solución, a medida que los científicos estudian la infección por coronavirus y las respuestas inmunitarias de las mujeres, ahora hemos escuchado a mujeres jóvenes decir que tal vez no acudan a ponerse la vacuna porque temen por su fertilidad o el periodo de lactancia. Nos preocupa cuán imprecisas, extremas y generalizadas se han vuelto estas teorías, porque vacunarse es la mejor manera que tienen las mujeres de protegerse a sí mismas y a sus familias.
La confusión es comprensible: los primeros ensayos clínicos de las vacunas contra la COVID-19 desarrolladas por Pfizer/BioNTech y Moderna no incluyeron a mujeres embarazadas ni lactantes, por lo que no se cuenta con datos relativos a la seguridad para estas poblaciones. No obstante, las preocupaciones válidas sobre este vacío de información se han visto eclipsadas por campañas de desinformación específicas divulgadas por escépticos de las vacunas que están usando las cuestiones relativas a la salud de las mujeres como un instrumento para promover su agenda. Estas falsedades se están diseminando para ampliar nuestras ansiedades legítimas y debilitar la confianza en las vacunas.
Entendemos el miedo derivado de la falta de datos. Muchas mujeres están siendo bombardeadas por publicaciones en las redes sociales que afirman con falsedad que las vacunas contra la COVID-19 provocan infertilidad. Las mujeres no quieren correr riesgos. Estas mujeres necesitan que se les confirmen los beneficios de vacunarse y necesitan explicaciones claras sobre por qué negarse a recibir una vacuna podría acarrear un riesgo aún mayor.
Un mito argumenta que las vacunas causan esterilidad debido a que generan anticuerpos que no solo tienen por objetivo atacar a la proteína S, o proteína espiga, del coronavirus, como se pretende, sino que también reaccionan contra una proteína en la placenta llamada sincitina-1. Se dice que la proteína del virus y la proteína humana son tan similares en su estructura que los anticuerpos protectores contra el coronavirus también evitarán que la placenta se desarrolle de manera adecuada, lo cual ocasionaría infertilidad.
Esto es totalmente falso.
Nuestro equipo comparó la proteína S del coronavirus con la sincitina-1, y no encontró una similitud evidente entre sus secuencias de aminoácidos. Analizamos el suero de las mujeres con COVID-19 y no detectamos ninguna reacción entre los anticuerpos de las pacientes y la proteína de la sincitina-1. Hasta ahora no hay pruebas ni informes de infertilidad entre las mujeres que se han recuperado de COVID-19, a pesar de los millones de mujeres que se han contagiado. Al contrario, las mujeres han quedado embarazadas después de la infección del coronavirus y la vacuna. Esto incluye a las mujeres vacunadas que quedaron embarazadas mientras participaban en los ensayos clínicos de las vacunas. Es muy poco probable que los materiales de la vacuna que representan una pequeña porción del virus afecten la fertilidad.
Con pocos datos y mensajes públicos débiles sobre las vacunas contra la COVID-19 durante la lactancia, las mujeres no han tenido otra opción más que sacar sus propias conclusiones y, como es natural, concluyen que pasará lo peor. Sin embargo, está casi garantizado que la inmunización de las mujeres lactantes beneficia tanto a la madre como al bebé. Después de todo, las vacunas inducen respuestas inmunitarias protectoras en la madre, ya que generan anticuerpos que se transmiten a los infantes a través de la leche materna y los protegen. Y es poco probable que la vacuna pueda pasarse a la leche materna. Incluso si eso sucediera, no pondría en riesgo la salud de un bebé lactante; de ingerirse, estos componentes se digerirían y degradarían en el tracto digestivo. Ni la madre ni el infante están en ningún riesgo de desarrollar una infección de coronavirus a causa de las vacunas.
La decisión de vacunarse contra el coronavirus durante el embarazo implica que las mujeres evalúen su propio riesgo. Si una mujer embarazada no corre ningún riesgo de estar expuesta al virus, entonces tiene sentido que espere a vacunarse hasta que el bebé haya nacido o hasta que haya más datos disponibles. Sin embargo, la decisión puede ser muy distinta para los trabajadores esenciales, quienes tienen un riesgo de exposición mucho mayor.
Cualquier respuesta inmunitaria durante el embarazo, ya sea que provenga de una infección o de una vacuna, podría tener consecuencias desconocidas. Sin embargo, los estudios de la vacuna contra la COVID-19 en animales han demostrado que no tiene impacto en el embarazo, y los estudios en humanos están en proceso. Ya existen otras vacunas, como aquellas contra la influenza y el tétanos, la difteria y la tos ferina que se aplican a las mujeres embarazadas sin suponer ningún riesgo.
Aunque todavía no sabemos todo sobre la COVID-19 en el embarazo humano , sí sabemos que las mujeres embarazadas que contraen la enfermedad corren un mayor riesgo de que su enfermedad se agrave. La infección también puede asociarse con complicaciones durante el embarazo que ponen en riesgo la vida, como la preeclampsia, una condición caracterizada en parte por la presión arterial peligrosamente elevada de la madre. En casos poco frecuentes, el coronavirus puedeinvadir la placenta.
En contraste, no hay ninguna posibilidad de que alguien pueda contagiarse de COVID-19 a partir de las vacunas, que no contienen el virus vivo. Nos preocupa que las mujeres que dudan de aplicarse la vacuna subestimen el riesgo de la enfermedad de COVID-19 y sobreestimen el riesgo de las vacunas.
Por desgracia, las mujeres están absorbiendo los rumores con mucha más rapidez de la que están recibiendo las respuestas de los científicos. Si las dudas relacionadas con la vacuna conducen a una mayor desconfianza en la medicina convencional, no habrá manera de convencer a aquellos que más necesitamos proteger, aun cuando haya más datos disponibles. La comunidad científica necesita demostrar que escucha y atiende las preocupaciones de la gente. Claro está que las mujeres tienen la última palabra, pero no pueden tomar decisiones de manera informada si desconocen los verdaderos riesgos y beneficios de la vacunación.
Para cualquier mujer embarazada, lactante o que esté tratando de concebir, contraer COVID-19 sin duda será más peligroso que inmunizarse. Y, en última instancia, la vacunación masiva, en combinación con el distanciamiento físico y el uso de cubrebocas, constituye la única manera en la que podemos poner fin a la pandemia y proteger a todas las mujeres, hombres y niños de esta enfermedad.
Alice Lu-Culligan es médica y estudiante de doctorado en el Departamento de Inmunobiología de la Escuela de Medicina Yale perteneciente a la Universidad de Yale. Akiko Iwasaki es profesora de Inmunobiología de la Escuela de Medicina Yale e investigadora del Instituto Médico Howard Hughes.
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